viernes. 29.03.2024

La ciencia aterriza a la especulación

Y nos aterriza a todos. Si hemos visto que es noticia de portada que un vehículo se estampa contra una farola, cómo no va a serlo la desaparición de dos niñas, de uno  y seis años de edad, secuestradas por su padre, y el hallazgo cuarenta días después del cuerpo sin vida de la mayor de ellas en el mar, a 1.000 metros de profundidad, envuelto en una bolsa atada al ancla de la embarcación de recreo de su padre, a  5, 5 kilómetros de la costa de la isla de Tenerife. -Al cierre de esta columna el equipo técnico designado por las autoridades seguía buscando el cuerpo de la otra menor y el del padre que hurgó este macabro plan que nos llena de indignación, aunque  no se descarta que el asesino esté vivo-.

El hecho es que desde que la madre denunciara la desaparición de sus dos hijas preocupada por la amenaza de su expareja que no las volvería a ver, los cuerpos de seguridad desplegaron un completo dispositivo de investigación y búsqueda con el más absoluto respeto y discreción sobre sus avances a pesar del lógico interés de los medios de comunicación.

Con el terrible desenlace sospechado por los cuerpos policiales desde el principio, psiquiatras forenses y criminalistas ajenos a la investigación explican que la práctica mayoría de los asesinatos, incluidos los relacionados con violencia de género, son perpetrados por gente “normal” y muy pocos, poquísimos, por personas con patologías asociadas a la salud mental.

Eso de justificar con el “tiene que estar loco”, nada de nada; los perfiles psicológicos dibujados por los expertos producto del conocimiento y la experiencia son claros, es gente totalmente consciente de su ejecución. Uno de ellos decía en lenguaje muy directo que frente a los indicios de un hecho criminal y su modus operandi no procede dar cancha a la teoría de aseverar que el presunto ejecutor es incapaz de consumarlo simplemente porque “yo lo conozco y es buena persona”.  Es una advertencia que en el fondo puede sonar extremista porque nos lleva a pensar que no podemos confiarnos  ni de nuestra sombra, pero la continuidad de los acontecimientos en el tiempo marca la realidad.

Este caso también deja otro toque de atención a la sociedad y al  tratamiento especulativo del suceso en medios de comunicación, sobre todo cuando se tejen todo tipo de conjeturas sin respaldo técnico científico durante un periodo de tiempo tan largo, cuarenta y más días, que lo que hacen es entorpecer la investigación, promover bulos y alimentar falsas expectativas a la familia de las víctimas.

Uno de los profesionales consultados, con dureza en la transmisión de su opinión, dureza que además reconocía públicamente, apuntaba  que  era lógico que la madre de las pequeñas siguiera aferrada hasta último momento a la construcción del discurso de que su expareja había navegado junto a las dos menores a otro continente para alejarla de sus hijas, pero aparte de la consideración que merecía esta teoría esperanzadora de la madre, el criminalista hacía crítica constructiva a los medios advirtiendo que es peligroso avivar historias que se adentran en el terreno de la especulación a la luz de las informaciones medidas que estaban  trasladando los cuerpos de investigación.

Cada uno sabrá si lo hizo inconscientemente amparado en el deseo de un final feliz  o si lo hizo para llenar horas de emisión de radio o tele o páginas de diarios impresos o provocar más visitas en sus plataformas digitales saciando el morbo colectivo. En cualquier caso, durante el tiempo de búsqueda era justificable la difusión de  imágenes en vida de las niñas porque estando desaparecidas podrían ayudar a su identificación, pero conocido el desenlace parcial seguir exhibiéndolas sí que rechina bastante cuando las víctimas no son personajes públicos.

El asesino trazó un plan para raptar a las hijas, llevarlas a mar abierto, ¿vivas o ya muertas?, todavía no está confirmado, y lastrarlas con un ancla, y supuestamente lastrarse él con un cinturón de plomo, pero tampoco es “un lumbreras”, subrayan los expertos, para arrojar al mar una botella de oxígeno de buceo y una sábana, localizadas en las profundidades del océano, como un acto premeditado para despistar a las autoridades y ganar tiempo mientras supuestamente huía hacia tierras lejanas.

La capacidad de los profesionales y la disponibilidad de recursos técnicos han sido esenciales para empezar a esclarecer los hechos, y digo empezar porque más allá de las evaluaciones preliminares la ciencia todavía tiene trabajo en las autopsias y sus resultados definitivos seguro aportarán más luces sobre esta tragedia.

Asombra el desempeño del buque del Instituto Español de Oceanografía destinado a esta misión dotado de un robot y otros equipos tecnológicos que permiten la exploración certera en grandes profundidades y de todo el grupo humano multidisciplinar de apoyo empleado en tierra, en barcos y en actividades subacuáticas.  Conocimiento, experiencia y ciencia pura al servicio de la sociedad.

Tristemente este suceso que conmociona al país desvela el crecimiento de una forma de violencia machista, la violencia vicaria, que está agazapada y que causa muchísimo daño. Las estadísticas demuestran que cada año son más los hombres que utilizan a sus hijos para causar dolor a las madres, una instrumentalización del ser humano vengativa e irracional que deja asesinatos como el de Tenerife imposibles de superar. Te quedas desanimado y sin palabras.

La ciencia aterriza a la especulación